El silencio en tiempos de notificaciones
- elbudayelcafe
- Aug 27
- 2 min read
Pareciera que vivimos en una sociedad obsesionada con silenciarnos, con distraernos de nuestros propios pensamientos. Hay toda una maquinaria social y tecnológica que no solo nos empuja lejos de nosotros mismos, sino que además quiere instalarnos ideas que, curiosamente, siempre les resultan convenientes a “ellos”.
Vivimos inmersos en redes sociales. En los momentos de quietud, casi por reflejo, sacamos el celular. Y no es para resolver la paz mundial, no… es para ver un video de un gato que toca el piano o un baile que, en teoría, yo también podría aprender (spoiler: no lo aprendo).
Caemos con demasiada facilidad en el juego distractor de esas corporaciones que, seamos honestos, no piensan en nuestra serenidad espiritual sino en nuestro clic más próximo. Su beneficio se construye sobre nuestra paz. Y mientras tanto, nuestra capacidad de concentración va reduciéndose: si antes podíamos leer un libro entero, ahora sentimos que hemos logrado una hazaña heroica al terminar un hilo de Twitter.
Por eso escribo en mis cuadernos. Mi pluma es mi pequeña rebelión, mi escudo contra los algoritmos. Cada palabra que dejo en el papel es un recordatorio de que mi atención todavía me pertenece… aunque debo confesar que a veces la traiciono para “checar algo rápido en el celular”. Ese “rápido” suele durar 47 minutos.
Claro, no voy a negar que la tecnología es útil. Nos conecta, nos ayuda, nos hace la vida más fácil. El problema aparece cuando el celular deja de ser una herramienta y se convierte en el jefe. Y yo no pedí tener un jefe de bolsillo.
La pregunta que me persigue es esta: ¿realmente usamos la tecnología… o la tecnología ya aprendió a usarnos a nosotros?
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